sábado, 23 de febrero de 2008

El amor es tan complejo que ni el que lo siente lo entiende. Los más sabios son los que se dejan llevar. Pero aún hay algunos empeñados en razonarlo todo que intentan buscarle explicación. Y los porqués inundan su mente y le roban el tiempo y las emociones que vive el enamorado.
El enamorado no atiende a razones, ni a experimentos. El enamorado se deshumaniza para poder así albergar el amor puro, deja atrás todo conocimiento y toda ciencia para pasar a sentir. Cierra los ojos para amar, deja de oír para amar…
Y sólo olvidándose del resto del mundo puede disfrutar del amor de verdad. Porque cuando se siente ese amor, todo pasa a un segundo plano, y ya nada es necesario.
Pobre del que intente conciliar esos dos mundos, pobre del que haga descender al amor a esta vida real, porque nunca podrá gozar de la felicidad completa del amor verdadero.
Dichoso aquel que lo sacrifica todo por el amor más grande, que apostó todo lo que tenía a cambio de todo lo que podía tener.

sábado, 16 de febrero de 2008

A lo que salga

Unamuno (de nuevo citado, tal vez porque sea considerado por mi una gran persona, un gran intelectual y además un gran filólogo y literato) fue el que me enseñó a escribir "a lo que salga". Recuerdo un artículo escrito por él sobre este estilo narrativo, aunque no recuerdo su título, pero era muy interesante. Sé donde lo tengo, pero ahora no lo tengo a mano. Espero acordarme de leerlo cuando esté cerca de donde lo guardo.
Para Unamuno, escribir "a lo que salga" es, de forma muy resumida y muy simplificada, ir diciendo lo que se te va pasando por la cabeza, con un lenguaje muy real y muy propio. Dar muestra de como tus ideas se van hilando las unas con las otras sobre el papel. Y ahí estaría la nueva literatura, la obra de arte.
Me voy a agarrar a esta enmienda, y ya que mi musa se ha tomado unas vacaciones, intentaré escribir cualquier cosa, aunque sea una verdadera bobada, para no perder la costumbre de escribir, porque es una de mis costumbres favoritas.

Perdonadme si pasan días y días sin que os cuente nada, aunque el blog siga llenándose de palabras. Espero poder recompensaros (a mis lectores) y también a mi misma en un futuro, a poder ser, muy próximo. Hasta entonces... esto es lo que ha salido.

martes, 12 de febrero de 2008

Pasión por tu lengua

Mi íntimo abrigo, lengua castellana,
recio romance de íberos y celtas,
mantén en mi la santísima gana,
de escudriñarte escondidas revueltas.

Guardas la historia, sagrada leyenda,
de las entrañas de un pueblo inmortal,
toma en escote, señora, la ofrenda
con que piadoso te acrezco el caudal.



31 de agosto, 1928

Miguel de Unamuno, Cancionero

domingo, 10 de febrero de 2008

ABANDONO

Parece que mi blog se está quedando abandonado. Pero no es así, cada día me acuerdo de él. Y cada día me duele más la imposibilidad que siento. No puedo decir nada. Se me ocurren mil cosas pero no puedo ponerlas por escrito.
Este es uno de mis problemas. La situación en la que me encuentro, muy difícil de describir ahora mismo, está acabando con todo lo que quiero (o quería), con todo lo que me gusta y todo lo que me hacía ser yo. Y así no me quedan ganas para escribir.
Cuando el cansancio físico te supera hasta este punto, lo último que puede hacer un escritor es sentarse a escribir, porque hasta pensar le cuesta. Yo he intentado hacer de esta situación un tema para mis "relatos", pero sé que no ha sido una buena idea.
Aún así, quiero dejar constancia de ella.

domingo, 3 de febrero de 2008

10 razones para amarte

Aunque me lo hayas preguntado varias veces y yo te haya dado alguna posible respuesta, la verdad es que nunca me he parado a pensar fríamente qué es lo que me hace estar completamente loca por ti. A veces se me ha pasado por la cabeza una idea, pero todavía no ha llegado el momento de decirlo todo con palabras.
Intentaré que sea este el momento, aunque lo primero que se me ha venido a la cabeza al pensar por qué te quiero, ha sido una excusa para no pensar (vaga por naturaleza) y es que te quiero. Y ya está. No necesita explicaciones. Y yo tampoco se las encuentro. Confío plenamente en mis sentimientos y estoy segura de ellos.
Cuando estás plenamente convencido de algo no te preguntas el porqué. Pero sacaré mi lado científico (más bien lo desenterraré porque creo que pasó a mejor vida) e intentaré buscarle explicaciones a lo que siento. E intentaré ponerlo con palabras.












Y esto es todo lo que tengo que decir: que no encuentro palabras, porque creo que no se ha inventado aún la palabra que defina todo lo que se me pasa por la cabeza cuando pienso en ti.
Igual me propongo el inventarla. ¡Qué gran aportación a la cultura universal! Una palabra que encierre en sí misma el sentido de que estoy absolutamente loca por ti, que estás presente en cada momento de mi vida, que creo que jamás podré encontrar a nadie más perfecto para mi, que eres mucho más de lo que yo pude imaginar, que cada día me sorprendes más, y además para bien, que nunca me canso de ti, que siempre quiero más, que siento que estamos muy bien comunicados y que por eso tú me entiendes, que me quieres, claro, eso también me hace quererte cada día más y más, pero sobre todo, que nunca había llorado por nadie de felicidad.

viernes, 1 de febrero de 2008

HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO…

… cuando madrugaba los domingos sin ningún motivo más allá de pasarme toda la mañana viendo los dibujos, cuando los fines de semana se presentaban como un montón de horas para hacer un montón de cosas, cuando disfrutaba de las tardes libres de los viernes por ley, era cuando me deleitaba con los desayunos dominicales.
El domingo era uno de mis días favoritos de la semana, solo por el hecho del desayuno. Ese día desayunábamos en familia, sobre las nueve de la mañana. Mi madre preparaba zumo de naranja natural para todos. Una buena taza para cada uno. Y mi padre bajaba a la pastelería a comprar el pastel preferido de cada uno: Suizos para mamá, bamba de nata para papá, y para mi, una ensaimada.
Entonces nos sentábamos todos juntos en la mesa de la cocina, y disfrutábamos de todos esos manjares sólo posibles en domingo.
Con la edad, esta tradición se fue perdiendo. Empecé a salir los sábados, y eso hizo que pocos fines de semana después ya no fuera capaz de madrugar. Las mañanas de domingo se habían perdido para mi. Tanto tiempo desaprovechado…
Con la universidad vino una pequeña vuelta a la tradición, pero lejos de mis padres, claro. Ahora el desayuno era bastante parecido, pero la compañía totalmente diferente. Ahora desayunaba rodeada de gente a la que acababa de conocer, y con la que tenía que convivir durante un año.
Este hecho unido a las salidas nocturnas, de nuevo, volvió a acabar con mis mañanas de domingo. Hasta hoy. Hoy he madrugado (ahora mismo son las 10 de la mañana y he hecho todo lo que os relataré a continuación), he bajado a por el periódico (costumbre adquirida en mi año de residencia y perdida cuando me pasé al piso de estudiantes) y he pasado por la pastelería a comprar un trozo de bizcocho de chocolate. He subido a casa, he dejado el periódico sobre la mesa del salón y he ido a la cocina a preparar mi té, en sustitución al ya olvidado por completo colacao, y he puesto mi trozo de bizcocho sobre un plato. En el salón he encendido la tele, que en nada se parece ya a aquella que acompañaba mis ensaimadas, con pocas cadenas pero repletas de series de dibujos, he puesto un programa de cocina por la costumbre de ver la sexta y he dado la vuelta al periódico para leerlo desde el final, porque creo que ahí empieza lo verdaderamente interesante. (Si nunca me interesó la política, mucho menos las páginas que hablan de ella). Entrevista a Labordeta, cuotas de pantalla, la muerte de Heath Ledger (he aprendido a escribir su nombre el mismo día que él aprendió a olvidar sus problemas) deportes, artículos culturales sobre nuevos libros (parece interesante el último libro de Pérez Reverte) sobre arquitectura (¿habéis visto el teatro de Sagunto?) pasatiempos, tiras cómicas…
Y ahora estoy sentada frente a mi ordenador con la energía suficiente para afrontar un domingo de encierro y de estudio.


Salamanca, a 27 de enero de 2008